¿Alguna vez te has sentido constantemente evaluada?
Nos evalúan desde que empezamos el colegio, números y notas que marcan nuestro desarrollo y para algunos el valor. Te clasifican en los equipos por tu capacidad o futura capacidad. Se te enfoca en estudios bilingües o plurilingües en base a la expectativa que otro tiene sobre tu posible futuro.
¿Como puede cambiar tu vida si tu autoestima mejora?
¿Cuántos amigos tienes? ¿Cuántos planes tienes para este finde semana? ¿Qué puesto pone en tu tarjeta? ¿Cuánto ganas al año? ¿Cuántos seguidores en Instagram? ¿Cuánta gente te reconoce y saluda por la calle?
Las creencias que otros depositaron en ti, incluso de ti, van a modelar como te hablas:
Le cuesta pero es trabajador.
Las matemáticas no son para el.
Es lento pero si se esfuerza...
Has de ser el primero.
Hoy tienes que marcar.
Se le da bien dibujar pero de eso no se ganará la vida.
Eres un vago.
Tienes que ser valiente.
Es inteligente pero lo deja todo para ultimo momento, no podrá seguir el ritmo.
Es torpe.
Hay que sacrificarse.
Todas estas frases también miden, ponen etiquetas, objetivos, excusas o juicios.
A veces todo esto escribe el guion que me leo mentalmente, se convierte en la voz en off de mi cabeza, ¿y que pasa cuando esa voz es oscura, fría, implacable, densa y pesada? Puede que suene así:
Soy un cobarde.
Soy una vaga.
Nunca soy el primero, no valgo.
//Apúntate a la Newsletter y acaba leer esta carta//